Nuestros ángeles


Anharad Lanz Cuesta

Marta Gómez, paciente deficitaria de Argentina, nos recuerda así a Anharad. “Era una abuelita con alma de niña. Si la pudiera resumir en una cualidad diría que era la Ternura… Su destreza en el relato, la habilidad para describir estados de ánimo, fueron su sello de distinción. Ningún integrante del grupo ha podido expresar mejor que ella un sentimiento. Por momentos su lenguaje se tornaba oscuro, reflejando angustia, dolor, impotencia. Compartía sin ningún temor que no podía acompañar a Fernando, que ya no podía salir de su casa ni disfrutar la visita de sus nietos que tanto adoraba, porque los niños querían jugar con ella y ese era un esfuerzo que ya no podía realizar. Esto, que aparenta ser un recuerdo triste, refleja su gran voluntad de comunicarse, tal vez, porque solo aquel que padece los mismos males puede comprender mejor hasta qué punto nos limita esta enfermedad. En el patio (Grupo Hispano de Alfas) ella se expresaba libremente, sabía que la comprendíamos porque todos sufrimos estas pérdidas. Tal vez, lo que más molesta de estar enfermo no es hacer un tratamiento sino resignar poco a poco las cosas que nos hacen felices y lo más difícil es poder explicarlo. Como a la mayoría de nosotros nos cuesta ser absolutamente sinceros con nuestra familia, por pudor, por no preocuparlos, este foro nos permite soltarnos y Anharad nos enseñó a ser más abiertos, a confiar en los otros, a resolver con el grupo los momentos de angustia. Nos hizo reflexionar, nos permitió sentirnos útiles, cada uno daba su opinión y todos respondíamos a sus requerimientos. Nos comprometió sanamente con lo más intrincado de la condición humana: los sentimientos. Nos daba mucha pena saber que no se sentía bien y que el único recurso que teníamos era la palabra. Anharad transitaba momentos de gran felicidad, cuando llegaba su hermana a quedarse unos días, o regresaba Fernando, su esposo, de algún viaje, o llegaban noticias de Ernesto o de Adalberto, sus hijos, de quienes se sentía orgullosa. Era una persona muy informada, le gustaba leer y nos enviaba artículos relacionados con la salud para mejorar la calidad de vida. Una mujer muy espiritual, tenía un mundo interior muy rico, una mente brillante y una simpatía que nos conquistó a todos. Fuimos testigos de su encantadora relación con quien llamaba “su Mancuerna”, Amadeu Monteiro, era sumamente cálida, como así también del modo tierno con el que Fuensanta Soria la llamaba “mi abuelita preferida”. Sembró ternura y cosechó amigos que la recordaremos siempre con todo cariño, y por sobre todas las cosas, nos enseñó a honrar la vida! “Llevo tu corazón conmigo, lo llevo en mi corazón” (E.E. Cummings).